sábado, 8 de septiembre de 2012

De regreso a el verdadero corazón de mi pueblo.

Y no se los voy a negar, me dijeron:
- "Vamos por unas tortas allá por la plaza el trovador"
Lo primero que pensé fue:
- "Y yo que voy a ir a hacer por esos lados a media noche!"

Pero al final y al cabo el aburrimiento y las ganas de comer algo poco saludable me terminaron de convencer.

En el camino escuchaba historias, datos sobre, lo que pasa generalmente en la zona, que una muerte por acá, que droga por ahí, robos, etc. Además la oscuridad y el ambiente hostil como ambientación no ayudan para que el viaje sea más "agradable".

Al llegar y ver una esquina, mal iluminada por un par de lamparas, no negaré que en algún punto quise decir: "Al carajo, vamonos de aquí"; pero mientras los minutos comenzaron a pasar, pude comenzar a observar pequeños detalles.

Cuando termine de calmarme y comencé a prestar más atención a lo que me rodeaba y no de una forma crítica o de temor, pude notar como los mariachis en la plaza el trovador tocaban más de una canción conocida, todas esas notas musicales que con el tiempo se han vuelto ya conocidas por todos; invitaban a cantar, a relajarse y disfrutar la espera para que el turno para hacer la orden llegará.

Al dejarme envolver por el ambiente pude comenzar a fijarme detenidamente en las personas, y si bien es cierto que había más de una "ficha" desagradable o peligrosa, pude notar como la mayoría de personas eran humildes, se podía apreciar en sus miradas sinceras que eran personas de trabajo, que estaban ahí para poder comer algo que llenará su estomago y nutriera su cuerpo, desgastado por el desvelo, por el trabajo físico y por los cientos de problemas que la vida les debe de haber puesto. Después pude notar que también llegan ahí a nutrir su alma.

La mayoría señores eran taxistas, motoristas, cantantes, músicos, administradores, meseros; todos de trabajos que cualquiera les haría mala cara, pero ellos no, ellos estaban ahí descansando por un corto momento, disfrutando de su torta, un café y olvidándose de todo.

Es admirable como esas personas a pesar de que se nota que no tienen una vida fácil, pueden estar tranquilos, regalando una sonrisas a los que están a su lado, dando un efusivo y sincero saludo al encontrar un conocido, comentando el partido o haciendo cualquier cosa para matar el tiempo de una manera entretenida; y mientras "El Showy" atiende serenamente a más de algún desesperado, el tiempo va pasando, la vida sigue y me da un mensaje:

En lugares así es donde verdaderamente encuentras el espíritu del pueblo salvadoreño, personas sinceras, trabajadoras, amables y sobre todo admirables por disfrutar de la vida aunque esta no les de mucho que disfrutar. 

Los minutos pasan y mientras los señores de lentes, bigotes y arrugas terminan su comida, van sazonandola con algún par de chistes o historias amenas; el lugar se ha convertido en una mesa donde, tal cual como si  fuesen una familia, todos comparten sus alegrías.

Por fin mi orden sale, me marcho del lugar pero no sin antes guardar en mi alma un poco de la humildad, sinceridad y alegría de esas personas, personas a las cuales cualquiera las vería como "gatos" o "vulgares", esas personas me acaban de enseñar que aunque la vida sea difícil y tortuosa, siempre hay espacio para la alegría, la humildad, la sinceridad y saber valorar lo hermosa que es cada pequeña cosa positiva que hay en tu vida.

Lo que para la mayoría hubiera sido un viaje a un local de mal gusto, vulgar y peligroso, para mi fue un escape hacia un mundo sincero y humilde, un mundo que para mi, es mucho mejor que el que nos quieren vender ahora, lleno de falsedad, materialismo y falto de honestidad... En resumen fue un momento para aprender que muchas veces la belleza de la vida esta en la humildad de ser feliz poco y ser sincero con las personas por respeto a que son tus iguales.

Muchas gracias señores, ustedes en verdad son el corazón de este mundo... Y muchas gracias Showy, las tortas estaban buenísimas!


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